Los préstamos a familiares pueden ser algo muy agradable. ¡Claro que es una prestación agradable si estos créditos los hacemos bien! Y en contraparte, algo muy, muy desagradable si desde el inicio no hacemos bien los planteamientos.
Para empezar hay que definir varias puntos con el que solicita el préstamo al negocio, a la familia o al dueño del patrimonio: ¿Será con intereses o sin intereses? ¿Será a cuenta de alguna retribución o dividendos esperados? ¿Será a fondo perdido como un gesto de apoyo familiar? ¿O será parte de un legado o una herencia pre establecida?
Estos puntos son muy importantes, ya que en la definición está el trato que se le dará a cada caso. Si tomamos el caso de que el préstamo es con intereses, también habrá que definir el plazo del pago que se está otorgando. Y como estamos entre familiares y todos somos “muy buenitos”, nadie piensa que en el adeudo pueda haber demoras ya que cualquier circunstancia se puede dar.
Seguramente nadie estará pensando en que el deudor se vuelva moroso por razones personales, que simplemente no quiera pagar porque es su estilo de manejar las deudas, que se sienta demasiado en confianza y “se le olvide que debe”, o que en el peor de los escenarios pueda ser una deuda impagable.
Como en esta sociedad pareciera que es moneda en curso castigar al cumplido y pedir perdón al incumplido, es necesario que se haga un convenio por escrito determinando el monto, plazo, condiciones; y en el que no está por demás establecer lo que se hará en caso de mora o impago.
Si las condiciones anteriores son razonables y el deudor los acepta ya no habrá motivo para que se quiera hacer el ofendido o el sentido cuando se le pida que cumpla con su compromiso. Al final de cuentas es una deuda contraída con el patrimonio familiar que afecta a todos, y en un futuro a la falta del padre, si éste es el que otorgó el préstamo, ya se imaginarán las escenas, chantajes emocionales, versiones, etc.