Debemos de partir de una premisa. Nadie conoce, como los fundadores, la operación de la empresa. Durante veinte, treinta años (quizá más), ellos han logrado emprender de manera exitosa: han producido, vendido, sorteado problemas y crecieron una compañía que da sustento y es motivo de orgullo para la familia. El reconocer esto es innegociable.
Otra realidad es que, llegado el momento de integrar a la siguiente generación a la operación de la empresa, las cosas suelen complicarse. ¿Pueden los integrantes de la familia trabajar en la empresa? ¿Quién tomará las decisiones, cuando los fundadores planeen retirarse? ¿Cómo repartiremos la propiedad y el patrimonio? Todas estas preguntas deben de ser previamente resueltas, en un contrato que conocemos como Protocolo Familiar, el cual nos dará claridad en el rumbo y la continuidad de nuestro grupo empresarial familiar.
Es en este momento cuando debemos de considerar, como imperiosa necesidad, crear los Órganos de Gobierno para que nuestro sistema familia-empresa pueda continuar con la ruta ascendente iniciada por los fundadores. Hablamos aquí del Consejo de Familia y del Consejo de Administración.
Quiero referirme en este texto específicamente al Consejo de Administración, por varios motivos.
Primero, porque considero que la llamada Nueva Realidad nos ha enfrentado a una serie de escenarios que no previmos o que no esperábamos tan pronto, y esto ha obligado a las empresas a recalcular metas y procesos.
Segundo, porque hemos aprendido en estos casi dos años, casi por la mala, que la vida se va en un santiamén y es preferible siempre tener un plan de sucesión directiva, y para que este funcione es menester contar con un Consejo de Administración que permita la continuidad de nuestra empresa ante cualquier tipo de eventualidad.
El Consejo de Administración es la piedra sobre la cual se cimenta el Gobierno Corporativo. Tiene como primera función (desde mi experiencia) la aprobación de un plan estratégico con indicadores, establecido a un horizonte no mayor de tres años. Con esto, podemos garantizar que la Misión y Visión de los fundadores quedará reflejada en el rumbo de la compañía, y damos a los Consejeros métricas para conocer el grado de alcance o no de los objetivos establecidos por los socios o accionistas.
Otra de las funciones del Consejo es el análisis de los resultados operativos y financieros, así como controlar los presupuestos. Esto, a la par de las funciones de Auditoria dan claridad y transparencia a la familia, desarticulando muchos de los potenciales conflictos entre las diferentes ramas familiares. Las cuentas claras y el chocolate espeso, decía mi abuela. Por eso, en el Anexo al Código de Mejores Prácticas Corporativas recién publicado se establece que será función del Consejo: “Cerciorarse que todos los accionistas reciban un trato igualitario, se respeten sus derechos, se protejan sus intereses y se les dé acceso a la información de la sociedad”, además de “dar certidumbre y confianza a los inversionistas y a los terceros interesados, sobre la conducción honesta y responsable de los negocios de la sociedad”.
En la práctica, esto nos ayuda mucho para dar tranquilidad a los fundadores sobre que las siguientes generaciones llevarán en armonía los acuerdos y la dirección de la empresa, y con transparencia los repartos de utilidades, además de que el Consejo de Administración es una escuela donde los fundadores pueden transmitir a las siguientes generaciones todas aquellas sensaciones que se tienen al momento de resolver sobre uno u otro tema en específico. La función de los fundadores como Presidente del Consejo – incluso de forma vitalicia – es de gran ayuda como respaldo moral en la transición del mando. Hay que recordar que la sucesión debe ser un proceso, no un evento.
Desde mi punto de vista, la principal razón para optar por tener un Consejo de Administración, es porque esto nos permite profesionalizar la toma de decisiones. En un mundo tan cambiante, en donde cada vez necesitamos mayores perspectivas para tomar decisiones asertivas, la visión conjunta de diferentes personas en las que podemos confiar nos puede ampliar el panorama, y esto nos ayuda también a cumplir con otra de las necesidades de nuestros tiempos, que es incorporar la innovación a la cultura organizacional de nuestras empresas.
También hay que reconocer, que es un paso complicado. En mi experiencia, montar un Consejo Consultivo como paso previo al Consejo de Administración ha ayudado para entender las dinámicas y la disciplina necesaria, así como para transitar los paradigmas que esta decisión fundamental tiene en las Empresas Familiares.
Pero en cualquier escenario, es una herramienta indispensable si el deseo de trascendencia armónica es compartido por el grupo familiar.